Fragmento de La casa de los espíritus, Isabel Allende.
Los poderes mentales de Clara no molestaban a nadie y no producían mayor desorden; se manifestaban casi siempre en asuntos de poca importancia y en la estricta intimidad del hogar. Algunas veces, a la hora de la comida, cuando estaban todos reunidos en el gran comedor de la casa, sentados en estricto orden de dignidad y gobierno, el salero comenzaba a vibrar y de pronto se desplazaba por la mesa entre las copas y platos, sin que mediara ninguna fuente de energía conocida ni truco de ilusionista. Nívea daba un tirón a las trenzas de Clara y con ese sistema conseguía que su hija abandonara su distracción lunática y devolviera la normalidad al salero, que al punto recuperaba su inmovilidad.
Fragmentos de Como agua para chocolate, de Laura Esquivel.
“Tita nunca la pudo convencer (a su madre) de que el único elemento extraño en él (bizcocho de bodas) fueron las lágrimas que derramó al preparalo. …el llanto fue el primer síntoma de una intoxicación rara que tenía algo que ver con una gran melancolía y frustración que hizo presa de todos los invitados y los hizo terminar en el patio, los corrales y los baños añorando cada uno el amor de su vida. …sólo algunos llegaron a tiempo a los baños; los que no, participaron de la vomitona colectiva que se organizó en pleno patio.”
Fragmentos de Crónica de una muerte anunciada, de G. García Márquez.
No solo yo. Todo siguió oliendo a Santiago Nasar aquel día. Los hermanos Vicario lo sintieron en el calabozo donde los encerró el alcalde. “Por más que me restregaba con jabón y estropajo no podía quitarme el olor”, me dijo Pedro Vicario. Llevaban tres noches sin dormir pero no podían descansar, porque tan pronto como empezaban a dormirse volvían a cometer el crimen
Indicios de Realismo mágico en Cien años de soledad, de G. García Márquez.
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