Brexit es el nombre que recibe la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Para su separación las dos partes deben acordar unos intereses comunes que no perjudiquen a ninguno. La división de opiniones en el territorio y los inconvenientes relacionados con la economía y con la cuestión migratoria son algunos de los problemas que van a dificultar el proceso.
En el pasado 2016, se realizó un referendum sobre la permanencia de Reino Unido en la UE. Los resultados fueron favorables a los votantes que querían abandonarla, un 52% frente a un 48% partidario de la permanencia. Este referéndum no fue el primero que se llevó a cabo; en 1975 fue realizado otro que obtuvo como resultado la continuidad de Reino Unido en la CEE. Los defensores de la opción ganadora en las últimas votaciones sostienen que la permanencia en la Unión Europea es un obstáculo para el desarrollo del país, que pone en la caja común más de lo que recibe, y que las regulaciones europeas, consideradas excesivas, perjudican a las empresas británicas. Pero, ¿vale la pena la salida de la UE, a pesar de sus futuras consecuencias?
Desde mi punto de vista, los cambios que pueden producirse son importantes y van a afectar a las dos partes implicadas, por lo que la decisión adoptada no parece la mejor. Para empezar, la UE permite el movimiento de personas, bienes y capital de forma libre, y, lo que es aún más importante, el libre mercado. Este hace posible el comercio entre miembros sin tasas. En lo que respecta al libre movimiento de personas, la situación de los británicos residentes en Europa y de los europeos residentes en espacio británico es incierta. Todo parece indicar que los jóvenes británicos perderán el derecho a vivir y a trabajar en los otros 27 países de la UE. Sin lugar a dudas, la economía del Reino Unido será la primera en verse afectada, aunque instituciones como el FMI (Fondo Monetario Internacional) advierten que la separación tendrá impacto en la frágil economía global. Además, cabe destacar que en Irlanda del Norte y Escocia no se apoya la salida de la UE, lo que está generando un importante conflicto interno. En el caso de Gibraltar, un 96% de los participantes en la votación apoyó la permanencia en la citada organización.
En conclusión, creo que el brexit no debería seguir adelante: una renegociación de las condiciones de pertenencia a la UE sería más apropiada para ambos bandos. La división de opiniones, el pequeño porcentaje de diferencia en el referendum (que dividirá a la población) y el problema del libre movimiento de personas son los inconvenientes que me hacen pensar en que sería aconsejable un replanteamiento de la cuestión para complacer a las dos partes y para evitar males mayores.
